Ucrania, Rusia y las sanciones: “el bueno, el malo y el feo”
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Ucrania, Rusia y las sanciones de la UE. Imagen vía Debate21.
Este julio, la Unión Europea decidirá si renueva sus sanciones económicas contra Rusia. Estas sanciones están ligadas al cumplimiento del tratado de Minsk II, que contempla un cese de hostilidades y la implementación, por parte de Ucrania, de un paquete de reformas constitucionales para garantizar la autonomía y protección de los Oblasts de Donetsk y Lugansk. Minsk II fijaba como fecha límite para tales reformas el 31 de diciembre de 2015, pero ante el escaso progreso, la UE decidió extender las sanciones hasta julio de 2016 –coincidiendo con el fin de las sanciones de un año impuestas por Rusia en respuesta– e indirectamente responsabilizando a Rusia del incumplimiento de los plazos estipulados. Sin embargo, desde entonces, mucho ha cambiado en Rusia y poco en Ucrania para justificar tal política.
Rusia ha pasado de ser un enemigo resucitado de la Guerra Fría a ser un socio clave en la resolución del conflicto en Siria. Además, su poder económico en el sector energético y como importador está pesando demasiado en sus socios comerciales europeos más importantes, como Hungría e Italia, que ya se han manifestado en contra de las sanciones económicas. Cualquier oposición en el Consejo Europeo impediría la continuación de dicha política al requerir la aprobación por unanimidad de los Veintiocho. Rusia, consciente de este hecho, ha fomentado las reticencias de los países más afectados y las dudas de los socios indecisos –exige que Ucrania cumpla con el orden del acuerdo y avance en la solución política del conflicto como condición para retirar su apoyo militar a Donbass. Ucrania, más allá de las dificultades que supone el incumplimiento de las condiciones del cese de hostilidades , ha sido y sigue siendo un Estado asolado por la corrupción, con un sistema institucional frágil e incapaz de aprobar las medidas que Minsk II le exige, debido a la oposición del parlamento a facilitar la autonomía y las elecciones en Donetsk y Lugansk. La historia de la democracia ucraniana indica que los problemas del gobierno nacional para implementar las reformas distan de ser una excepción causada por el conflicto armado.
Parte de la oposición a la renovación de sanciones se basa en el esfuerzo económico que suponen y la dificultad de mantener su eficacia ya que, con el tiempo, agentes exportadores e importadores han buscado mercados y productos alternativos. El impacto por las sanciones a Rusia y las sanciones en respuesta es difícil de cuantificar, al coincidir en Rusia con una depreciación del rublo, una bajada del precio del crudo y una contracción del PIB de 3,7% en 2015. Aun así, la Comisión Europea fija el efecto global de las sanciones en -0,4% del PIB europeo en 2015 (lo que supone una pérdida de 50.000 millones de euros). Este efecto no es uniforme entre países y sectores (las ventas de maquinaria de transporte cayeron un 12% en Francia, mientras que en Italia lo hicieron un 42%) lo que dificulta la posibilidad de una decisión unánime. En definitiva, falta consenso para unas sanciones que, incluso si se llegasen a renovar, tendrían un impacto sin duda menor.
Las dudas sobre los esfuerzos reformistas ucranianos y su adhesión Minsk II se basan en la inestabilidad endémica de Ucrania, que hace pensar que el país no podrá aprobar las leyes necesarias antes de julio. En corrupción, Ucrania ocupa el puesto 130 de 168 (según el Índice de Percepción de la Corrupción 2015 de Transparency International) y, como prueba, en febrero dimitía el Ministro de Economía, Aivaras Abromavičius, citando la corrupción gubernamental y la falta de apoyo por parte del presidente Petró Poroshenko para combatirla. La crisis política desatada culminó con una fallida moción de censura contra el primer ministro Arseni Yatseniuk. Tales tensiones son comunes en Ucrania: a la corrupción, hay que añadir la falta de autonomía del poder judicial y, lo más importante, un parlamento débil, incapaz de hacer frente al desproporcionado poder ejecutivo del presidente. La debilidad de la cámara legislativa ucraniana, que actualmente tiene bloqueada las reformas, proviene de las numerosas e inverosímiles coaliciones, formadas por unos partidos políticos que corresponden más a cultos de personalidad que a planteamientos ideológicos. Estos factores han hecho de Ucrania un escenario político explosivo, dominado los últimos quince años por los mismos actores y con pocas esperanzas de reforma de cara al futuro.
En definitiva, las sanciones económicas a Rusia parecen tener las horas contadas. La falta de unanimidad entre los Veintiocho indica que, para algunos Estados, Rusia es demasiado importante, y para otros, como acaba de demostrar el referéndum holandés, Ucrania no es un socio fiable de la UE –lo que pone en duda la lógica de seguir vinculando las sanciones al cumplimento de Minsk II. Para la UE, parece que Rusia ya no es tan mala ni Ucrania tan buena, por lo que podría parecer que lo feo sería renovar las sanciones.
Ucrania, Rusia y las sanciones: la otra postura
El próximo mes de julio el Consejo de la Unión Europea decidirá si continúa con las sanciones económicas a Rusia. En su reciente reflexión, «Ucrania, Rusia y las sanciones: “el bueno, el malo y el feo”», sostiene –desde este Blog– que “para la UE, parece que Rusia ya no es tan mala ni Ucrania tan buena, por lo que podría parecer que lo feo sería renovar las sanciones”. En términos del western que inspira el título de esa opinión, el propio Clint Eastwood replicaría: “cada revolver tiene su voz, y yo esa la conozco”.
Ese pronóstico negativo sobre la prórroga de las sanciones merece ser revisado por los argumentos que lo sostiene.
En lo relativo a Ucrania, desde la agresión militar rusa en febrero de 2014, el país está pasando el momento más duro de su historia moderna; con una caída del 20% del PIB respecto 2013 y una terrible crisis humanitaria (con más de 9 mil fallecidos que no dejan de sumar) recientemente recordada por el Papa Francisco (http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/04/22/ucrania.html), la pescadilla política de las reformas se muerde la cola. Pero el progreso de Ucrania en el cumplimiento de los acuerdos de Minsk queda acreditado (http://uatoday.tv/politics/u-s-state-department-praises-ukraine-on-minsk-progress-639695.html), mientras que los cambios legislativos no le son exigibles hasta que la otra parte cumpla con el alto fuego, el intercambio de todos los rehenes y –esencialmente– el restablecimiento del control ucraniano sobre 400 kilómetros de frontera del Este que actualmente sólo domina Rusia.
En el plano exterior, si a finales de 2015 la valoración de la intervención rusa en Siria todavía podía sostenerse como positiva, a estas alturas prevalece la conclusión de que esa intervención –en favor del sangriento régimen de Bashar al-Ásad y los intereses de Rusia por mantener su base naval en el Mediterráneo y lucrarse de las rentas geopolíticas– ha agravado (http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/otan-acusan-moscu-empeorar-crisis-refugiados-4884253) la crisis de refugiados en la Unión Europea y que –incluso– esa agravación pudo haberse provocado como arma contra Occidente (http://www.trt.net.tr/espanol/mundo/2016/03/02/otan-acusa-a-rusia-y-siria-de-usar-a-refugiados-como-arma-443101).
En cuanto al ámbito interno, Italia y Hungría (que recientemente ha pedido para Ucrania el régimen sin visados (http://en.interfax.com.ua/news/general/341671.html) “de forma inmediata”) no se manifestaron en contra de las sanciones económicas, sino de que no se renueven de forma automática, como ha ocurrido –sin debate– el pasado mes de marzo con las sanciones específicas a Rusia por la anexión ilegal de Crimea (http://www.consilium.europa.eu/es/press/press-releases/2015/03/16-declaration-high-representative-crimea/). En todo caso, la oposición en Francia no suma ni el 10% de los parlamentarios mientras que países como Polonia o Lituania, de los más dañados por las contramedidas rusas, defienden el a favor.
Pero todavía hay más: tres consideraciones sugieren que cabe esperar una renovación –si no reforzamiento– en este mes de julio de las sanciones económicas contra Rusia, dependiendo siempre de la situación sobre el terreno.
Primero, porque no es asumible otra alternativa. Cuando en 2015 una opción era armar militarmente Ucrania (https://blog.realinstitutoelcano.org/se-debe-armar-ucrania/) (que ahora vuelve a plantearse http://www.washingtontimes.stfi.re/news/2016/may/4/l-todd-wood-new-nato-supreme-allied-commander-alli/?sf=ezdyzyg) y la otra apoyar la petición ucraniana de envío de cascos azules de la ONU (http://www.elconfidencial.com/mundo/2015-02-20/ucrania-no-tiene-mas-salida-que-pedir-el-envio-de-cascos-azules-de-la-onu_715509/), desde Bruselas se apostó por los acuerdos de Minsk, ligando su cumplimiento a la prórroga de esas sanciones económicas ya existentes. La repentina retirada de las sanciones sin alcanzarse los fines para los que originariamente fueron establecidas –como sería el caso– supondrá un dramático fracaso político de la UE en la pacificación del conflicto, un irreversible precedente legal y un incalculable reto de seguridad, tanto comunitario como en la propia Ucrania.
Segundo, porque las sanciones son efectivas. Su daño a Rusia fue reconocido (http://www.abc.es/internacional/abci-putin-admite-sanciones-estan-haciendo-dano-rusia-201601120210_noticia.html)en el propio Kremlin. Además, desde las academias politológicas se ha desvirtuado el escepticismo sobre las sanciones, probando que sí funcionan (http://www.the-american-interest.com/2015/02/02/yes-sanctions-work/). Esa efectividad o búsqueda de oponer algún coste –en este caso acumulable– a la involucración de Rusia en la llamada guerra híbrida en el Este de Ucrania y la anexión de Crimea, hay que verla conjugada con las medidas de los EE.UU (http://rpp.pe/mundo/norteamerica/eeuu-solo-levantara-sanciones-a-rusia-si-cumple-acuerdos-de-minsk-noticia-956630). y la de sus otros aliados.
Tercero, por el disparo de violaciones de los derechos humanos por el régimen de Putin (https://blog.realinstitutoelcano.org/el-asesinato-de-boris-nemtsov-y-la-oposicion-al-putinismo-en-rusia/). Respecto de Ucrania esto se traduce –entre otros– en la persecución de organizaciones de tártaros de Crimea y el mantenimiento en territorio ruso de tres decenas de presos políticos (http://www.ukrinform.es/rubric-politica/1984450-rusia-retiene-al-menos-a-29-presos-politicos-ucranianos.html) ucranianos, cuya liberación se reclama desde Occidente. Entre estos destacan el cineasta Oleh Stentsov (opositor en Crimea condenado a 20 años de cárcel) y la diputada Nadia Sávchenko (exmilitar capturada en el Este de Ucrania y condenada a 22 años de cárcel).
No hay que olvidar que las sanciones europeas a Rusia suponen un completo paquete de medidas (http://europa.eu/newsroom/highlights/special-coverage/eu_sanctions_en) que se establecieron en varios momentos del año 2014, cuando no se podía –como no se puede ahora– no reaccionar ante la violación de normas imperativas del Derecho Internacional, como es la invasión militar a un vecino europeo, pero las exigencias políticas de los Jefes de Estado y Gobierno no eran atendidas –como no lo son en la actualidad–.
Con las sanciones no se deja de perseguir el restablecimiento del status quo ante bellum –o, al menos, la no dejación del estado de cosas actual–, pero si en julio se revisan las económicas, ya en septiembre tocarán las relativas a Crimea.
Por eso resulta sensata la receta de expertos (https://blog.realinstitutoelcano.org/espectador-global-occidente-y-rusia-que-salida-a-la-crisis-de-ucrania/) formulada desde el primer momento del conflicto: “para Rusia, palos y zanahorias”.
Andriy Yakubuv
El tiempo ha demostrado que el análisis del Sr. Yakubub ha sido el acertado.
Magnifico artículo, visión clara del conflicto Ucrania-Rusia en relación con la UE.