Trump, Brexit y la ayuda al desarrollo

Trump, Brexit y la ayuda al desarrollo. Foto: Russell Watkins-UK Department for International Development (CC BY-NC-ND 2.0). Blog Elcano
Inundaciones en Sindh, Pakistán (2010). Foto: Russell Watkins-UK Department for International Development (CC BY-NC-ND 2.0).
Trump, Brexit y la ayuda al desarrollo. Foto: Russell Watkins-UK Department for International Development (CC BY-NC-ND 2.0). Blog Elcano
Inundaciones en Sindh, Pakistán (2010). Foto: Russell Watkins-UK Department for International Development  (CC BY-NC-ND 2.0).

Era esperable que el nacionalismo populista no favoreciera la cooperación internacional ni la ayuda al desarrollo. Donald Trump ya prometió en campaña “liberar” a EEUU de sus costosos compromisos internacionales y, en este momento, se habla de un recorte de hasta el 37% de los presupuestos estadounidenses de ayuda y diplomacia. Su administración está realizando una revisión de sus contribuciones al sistema de Naciones Unidas y, hasta en los think tanks más internacionalistas de Washington, el debate ya se centra en dónde recortar primero.

La situación en el Reino Unido es, en principio, distinta. El referéndum del 23 de junio no eran unas elecciones generales y el gobierno de Theresa May insiste en que salir de la UE no significa irse del mundo. Más aún, la versión oficial británica enmarcada en el eslogan A Truly Global Britain , recuerda que su presupuesto de ayuda seguirá siendo del 0,7% porque así lo exige una Ley apoyada por laboristas, conservadores y liberales. Si esto es así, el único efecto del Brexit en materia de ayuda podría ser una reducción de aproximadamente 2000 millones de euros de la ayuda gestionada desde Bruselas y un aumento del mismo importe de la ayuda gestionada desde Londres.

Sin embargo, desde algunos medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil británicas se ve el futuro de la ayuda con más incertidumbre, no tanto por las posiciones oficiales, como por algunas corrientes de opinión e influencia. Según artículos recientes, está en marcha una campaña contra la ayuda al desarrollo, cuya reducción podría ser el próximo objetivo del movimiento Brexit.

Esta campaña tiene de hecho varios elementos en común con la campaña ganadora del referéndum británico de 2016. En primer lugar, conecta con el programa de un determinado partido político, el UKIP, que ha propuesto reducir la ayuda internacional para aumentar los beneficios sociales a veteranos británicos, según informa The Economist en su edición británica impresa del 7 de enero de 2017.

En segundo lugar, la ejecución de esta campaña corre a cargo de periódicos sensacionalistas que durante años han estado desprestigiando a la UE. Ahora, estos medios caricaturizan demagógicamente las transferencias de efectivo en Pakistán o los proyectos de agricultura en Kirguizstan financiados por el Department for International Development (DFID). En sus titulares incitan directamente a la indignación de los contribuyentes británicos.

En tercer lugar, el discurso anti-ayuda al desarrollo en el Reino Unido se está construyendo con los mismos elementos retóricos que el discurso anti-europeo. No sólo se denuncia el uso ineficiente de los impuestos británicos, sino que se responsabiliza de ello a las burocracias y las élites internacionales. Con este argumento, y ridiculizando la misión y los valores sobre los que se asientan las instituciones a las que pertenecen, se reivindica la devolución del dinero público al ámbito político nacional, y la abolición de las leyes que limitan la soberanía y la rendición de cuentas en el interior del país. Desde esta perspectiva, se critica igualmente al Tribunal de Luxemburgo que vela por la aplicación del derecho europeo en el Reino Unido, o la Ley británica del 0,7%, que determina el importe de la ayuda internacional antes de que en Westminster se debata el presupuesto anual.

Así como en otros ámbitos igualmente amenazados por este tipo de discursos –por ejemplo, el comercio internacional– se duda de la capacidad de llevar a la práctica este tipo de propuestas, la cooperación para el desarrollo se presenta como un ámbito de la gobernanza global especialmente vulnerable ya que depende de contribuciones financieras voluntarias. En este contexto, serán especialmente valiosas las señales que se envíen desde países donde el discurso populista-nacionalista no ha ganado elecciones ni referendos. Es destacable que Alemania está aumentado su presupuesto de ayuda al desarrollo en 2016 y ya haya  desbancando al Reino Unido como segundo donante mundial, y sería deseable que España, cuya importancia relativa en Europa y el mundo parece estar en aumento, al menos revertiera la tendencia de sus presupuestos en este ámbito de la gobernanza global.