Prospectiva en la UE: ¿estamos construyendo confianza ciudadana?

Personas portando la bandera europea frente al Castello Sforzesco (Milán, Italia) iluminado con motivo del Día de Europa 2021. Foto: Piero Cruciatti/©European Union, 2021. EC-Audiovisual Service. Blog Elcano
Personas portando la bandera europea frente al Castello Sforzesco (Milán, Italia) iluminado con motivo del Día de Europa 2021. Foto: Piero Cruciatti/©European Union, 2021. EC-Audiovisual Service
Personas portando la bandera europea frente al Castello Sforzesco (Milán, Italia) iluminado con motivo del Día de Europa 2021. Foto: Piero Cruciatti/©European Union, 2021. EC-Audiovisual Service. Blog Elcano
Personas portando la bandera europea frente al Castello Sforzesco (Milán, Italia) iluminado con motivo del Día de Europa 2021. Foto: Piero Cruciatti/©European Union, 2021. EC-Audiovisual Service

El mes de mayo ha llegado cargado de novedades en el trabajo de la Unión Europea para dar respuesta a las grandes placas tectónicas que ya están transformando el futuro de la sociedad europea, sus instituciones, así como su coherencia interna y externa en el mundo. Estas dos novedades son el lanzamiento de la Conferencia sobre el Futuro de Europa –que durará hasta la primavera de 2022–, y la presentación de la lista de los “Ministros y Ministras del Futuro” (Ministers4Future) a los que el comisario Maroš Šefčovič ha convocado el próximo mes y que se constituirá como primera Red de Prospectiva de la UE en el marco del Informe de Prospectiva 2020 que la Unión lanzó en septiembre del año pasado. En la búsqueda de la UE de construir confianza ciudadana, estas dos iniciativas plantean oportunidades y retos de los que aprender lecciones constructivas para el buen hacer de la UE.

La Conferencia sobre el Futuro de Europa

El objetivo de la primera es dar voz a la ciudadanía sobre varios campos de acción de la Unión Europea, con el fin de realizar mejoras institucionales, de políticas públicas, y también de buscar nuevos mecanismos para tener mayor cercanía con la población europea. Para ello, se ha lanzado una plataforma digital multilingüe de participación, y se han organizado “paneles ciudadanos”. Sin embargo, tal y como reconocen algunos think tanks bruselenses, los objetivos de la conferencia no terminan de estar del todo definidos. Por el momento, algunos temas no han entrado en la agenda, como la modificación de tratados, uno de los factores que sería de mayor tracción para avanzar en el desarrollo institucional que se espera hacer tras esta Conferencia sobre el Futuro de Europa. El inicio de la conferencia se aplazó en varias ocasiones, y las expectativas sobre qué se buscaba con esta conferencia diferían entre el Consejo, la Comisión y el Parlamento Europeo.

De acuerdo con la plataforma digital participativa, en las primeras tres semanas más de 11.000 personas han participado, aportando más de 2.500 ideas sobre varios aspectos del trabajo de la UE. La mayoría de los participantes son activistas con unas ideas bien definidas sobre cuáles son sus demandas. En opinión de Stefan Lehne, de Carnegie Europe, este mecanismo de canalización de las demandas a la UE no llega a representar la opinión del “ciudadano o ciudadana media”, entendida como aquella persona que no suele involucrarse en asuntos de la UE, ni políticamente (pro-europeísmo, anti-europeísmo, euroescepticismo, entre otros) ni desde el policy (personas activistas sobre un tema concreto y que miran a la UE). Otra cuestión es la forma en que se realizará seguimiento de las ideas obtenidas en los paneles ciudadanos.

Este escenario plantea una pregunta que no es novedosa y que la Unión Europea lleva planteándose desde hace muchos años: ¿cómo acercarse a la ciudadanía? ¿Cómo hacerla sentir parte del cometido europeo? Las propias instituciones reconocen que el carácter técnico de algunos temas dificulta la participación ciudadana. Las necesidades de la pandemia han obligado, comprensiblemente, a desviar la atención de los recursos a esta coyuntura crítica.

Prospectiva de la UE: una mirada multinivel

Ante esto, lo cierto es que la UE no se quedaba atrás a su propia pregunta, y en septiembre de 2020 publicaba su primer Informe de Prospectiva, en el que busca incorporar la metodología de prospectiva estratégica en su trabajo para asegurar que la Comisión tiene a su alcance toda la información disponible para poner a prueba políticas públicas del futuro, y fortalecer la cultura de planificación y anticipación. El espíritu es trabajar para garantizar que las transiciones son verdes, digitales, y justas en el plano social –societario– y económico.

El marco de prospectiva en la UE es todavía joven, pues apenas tiene unos pocos meses. Por el momento, la primera Red de Prospectiva se compone de miembros gubernamentales, con un enfoque de arriba hacia abajo. Es la lista de “Ministros y Ministras del Futuro”, de la que forman parte en su mayoría representantes de los Ministerios de Asuntos Exteriores y UE, salvo alguna excepción. Es entendible y positivo, ya que armar toda una estructura de anticipación y planificación europea a lo largo y ancho de todos los Estados miembros no es una tarea sencilla, y requiere de instrumentos institucionales para activarla. Así pues, el siguiente paso en el horizonte debería ser crear otros dos niveles de redes: uno orientado a think tanks de cada Estado miembro, y otro orientado a representantes de la sociedad civil. Esto es algo que el propio informe implícitamente augura, sobre todo si se tiene en cuenta que se busca desarrollar un “cuadro de mandos de resiliencia” (resilience dashboards) para el que los think tanks pueden aportar un valor añadido significativo a la actividad de las instituciones.

Bajando al terreno: la confianza ciudadana en la UE para lo digital

Como se ha visto, la UE busca involucrar a la ciudadanía mediante mecanismos diversos, lo que no siempre es una tarea sencilla. La gobernanza tecnológica añade otra capa de incertidumbre sobre este asunto, y plantea retos tradicionales a la hora de crear confianza ciudadana en el trabajo de la UE, pero también otros tantos nuevos, dado que el trabajo de los Estados para realmente “gobernar” la tecnología es algo reciente.

De acuerdo a la última encuesta de la Conferencia de Seguridad de Múnich, “A European Survey on Digital Trust” el 42% de la población europea piensa que sus países respectivos son demasiado dependientes de proveedores tecnológicos foráneos, incluso cuando provienen de otros países de la Unión. Esta desconfianza es mayor cuando los proveedores vienen de EEUU (50%) y China (54%), pero lo cierto es que el porcentaje con respecto a otros Estados miembros de la UE es, cuanto menos, importante. Esta tendencia entre europeos también ocurre cuando se pregunta sobre los gobiernos en sí: ante la pregunta de cuánta confianza tiene la persona encuestada en la habilidad y voluntad de “otros gobiernos miembros de la UE” en proteger sus datos personales, los franceses no confían en otros gobiernos europeos en un 42%, o los alemanes en un 43%. La población italiana encuestada está más dividida, ya que un 37% desconfía mucho de otros gobiernos europeos, pero el 22% confía mucho en ellos. Caso similar ocurre con la ciudadanía polaca, de la que el 25% confía mucho en otros gobiernos de la UE.

Este ejemplo muestra que, si el reto de generar confianza y participación ciudadana en la UE ya era mayor, todavía se acrecienta con un caso más reciente, como es la gobernanza tecnológica. El Plan de Acción para la Democracia Europea es un paso adelante positivo para canalizar algunos de los temas más urgentes que pueden poner en peligro la “estructura” de las democracias, como la desinformación o la integridad de los procesos electorales, donde la confianza ciudadana –también en lo digital– juegan un papel esencial. La democracia anticipativa es necesaria. En ella, los mecanismos institucionales que la UE ha desarrollado recientemente son un avance positivo, pero requerirán de mayor precisión para que sus objetivos puedan empezar a materializarse.

La confianza ciudadana es un factor clave a la hora de garantizar la sostenibilidad, legitimidad y credibilidad de las instituciones de la UE. De ello dependerá su sostenibilidad interna, pero también su proyección internacional: la imagen y reputación de la UE como un bloque unido.