La reversibilidad de Europa

Bandera de la Unión Europea. Foto: Theophilos Papadopoulos / Flickr. CC BY-NC-ND 2.0.
Bandera de la Unión Europea. Foto: Theophilos Papadopoulos / Flickr. CC BY-NC-ND 2.0.
La reversibilidad de Europa. Bandera de la Unión Europea. Foto: Theophilos Papadopoulos / Flickr. CC BY-NC-ND 2.0.
Bandera de la Unión Europea. Foto: Theophilos Papadopoulos / Flickr. CC BY-NC-ND 2.0.

Desde 1972 se han celebrado 58 referendos ligados a la UE, ya sea a su pertenencia, profundización o gobernanza. Casi todos (una de las excepciones es el de España en 2005 sobre el Tratado que establecía una Constitución para Europa, proyecto que hundieron los electores franceses y neerlandeses), como señalaba un informe de Notre Europe, han tenido consecuencias. En el caso del Brexit, evidentemente, también las tendrá, y mucho más profundas. Entramos en un terreno desconocido, casi cabría decir que en una nueva era –Angela Merkel ha hablado de “un punto de inflexión”, pero no hacia dónde–, para una UE pensada para sumar, para integrar y no para restar ni divorcios. Además, la decisión del pueblo británico llega en unos momentos ya complicados para Europa, desde el punto de vista de la política, la economía y las sociedades que la componen.

Precedente

No es la primera vez que un territorio se sale de la UE. Groenlandia lo hizo en 1985, pero siguió perteneciendo a Dinamarca, Estado miembro. Argelia, como departamento francés, figuró en los tratados hasta el de Maastricht (1992) pero ese es otro caso. Con el Reino Unido, es la primera vez que un Estado miembro se va a salir, en vez de entrar, lo que debilita la credibilidad de la UE y puede generar un contagio para referendos similares en otros países donde el euroescepticismo, o antieuropeísmo, es ahora mayoritario. En los Países Bajos, con la nueva ley de 2015, previsiblemente tendrán que votar sobre las condiciones del Brexit, cuando se negocien, lo que se puede convertir en un referéndum sobre la permanencia holandesa en la UE. Con el voto británico, la irreversibilidad del proceso de integración europeo se ha roto. Estamos en una UE reversible. Esta es la consecuencia más importante, pues puede afectar a la supuesta irreversibilidad del euro, al menos para algunos países, cuando la cuestión de la permanencia de Grecia, por ejemplo, no está sólidamente garantizada.

Europa a la baja

Está por ver si el Consejo Europeo de este martes y miércoles hace un llamamiento a reforzar Europa, y sobre todo su núcleo, la Eurozona, para evitar la contaminación del Brexit, con un discurso en positivo. Si se lograra avanzar, aunque solo fuera para la Eurozona, en el sentido del Informe de los Cinco Presidentes, sería un paso importante. Pero lo urgente y necesario es conservar lo que hay, lo que no está nada claro que sea posible sin pedalear en algunos aspectos.

El problema es que, salvo alguna excepción, no hay ganas de “más Europa” ni en las sociedades ni en un número creciente de gobiernos europeos. Los movimientos euroescépticos han recibido un impulso moral y político. Una primera muestra se ha visto incluso antes del referéndum Brexit con la creación de la nueva Guardia de Fronteras y Costas de la UE, que remplazará a Frontex, un progreso en medios respecto a ésta, pero en el que finalmente se ha rechazado la posibilidad de que se despliegue en un Estado miembro sin el consentimiento de éste. Cuestión de soberanía. Además, la negociación de la salida británica va a llevarse muchos esfuerzos y cumbres en la UE durante varios años.

Y desde fuera, aunque con menos instrumentos que desde dentro, Londres hará lo posible para frenar los avances europeos. Desde luego, en materia de seguridad apostará por apuntalar la OTAN frente a la UE. Puede incluso ser un error, o al menos una ocasión fallida, que en este Consejo Europeo tenga la alta representante para la Política Exterior y de Seguridad, Federica Mogherini, que presentar su Estrategia Global Europea, pues no recibirá la debida atención ante la concentración de la atención en los efectos del Brexit.

Una Europa más alemana

El equilibrio de poderes en la UE va a cambiar. El Reino Unido, incluso desde fuera de la Eurozona, servía de contrapeso al poder que ha cobrado Alemania en la UE, no sólo en sí, sino también para otros países. Veremos el peso de Alemania crecer, no frenado por una Francia con enormes dificultades internas. Pese a sus sensatas palabras, Angela Merkel y François Hollande poco podrán realmente hacer antes de sus respectivas elecciones nacionales en 2017. Tienen, además, concepciones que chocan. Lo dijo antes muy expresivamente el ministro francés de Economía, Emmanuel Macron, al señalar que se confrontan dos tabúes: el francés sobre más transferencias de soberanía, y el alemán sobre más transferencias financieras y de solidaridad fiscal. Incluso en sus primeras reacciones iniciales han discrepado sobre la conveniencia de que el Reino Unido salga con tranquilidad o rápidamente de la UE.

Europa se cierra

El factor decisivo, según las encuestas, para el triunfo del Brexit ha sido la inmigración, que, para muchos británicos, esencialmente ingleses, cuestionaba su identidad y forma de vida. Al no lograr frenarla, ha provocado una desconfianza de muchos ciudadanos en el gobierno de David Cameron. Pero la crisis de los refugiados ha puesto de relieve un creciente rechazo a la inmigración, sobre todo musulmana, en gran parte de la UE. Las fronteras, y los muros, están regresando en una Europa en la que las identidades pesan y pesarán. Y habrá que ver las consecuencias para proyectos en curso como el del TTIP (Acuerdo de Comercio e Inversiones entre la UE y EEUU). Todo esto es parte de la pérdida de peso de Europa en el mundo, agravada por el Brexit.

Por una Europa desde abajo

Pese a los 58 referendos, aunque ninguno paneuropeo, la UE se ha construido hasta ahora desde arriba. Es más, como analizó en 2013 en un libro imprescindible Chris J. Bickerton –que se pronunció por el Brexit– muchos gobiernos han utilizado a la UE como una manera de aprobar desde Bruselas (donde ellos mismos participan en el sistema de soberanía compartida) medidas impopulares, hurtando el debate al marco democrático nacional. Es hora de reconstruir Europa desde abajo, en un sentido más democrático (que sí tienen los británicos), republicano –inspirado en La República de Bodino– y ciudadano, organizando la sociedad civil europea y dotándola de una voz en el sistema europeo, algo que hemos defendido con Ulrike Guérot. Implica también dejarse de ensoñaciones federales y de la idea de unos Estados Unidos de Europa. La UE es otra cosa y debe ahora centrarse en construir bienes comunes europeos. Y en hacer desde Europa (y desde los Estados miembros) algo decisivo para invertir por la caída de las clases medias y bajas que está en el origen de todo lo que está ocurriendo en Occidente.