El Brexit y América Latina

El presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el premier británico David Cameron en Downing Street en 2015. Foto: The Prime Minister's Office (CC BY-NC-ND 2.0)
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el premier británico David Cameron en Downing Street en 2015. Foto: The Prime Minister's Office (CC BY-NC-ND 2.0)
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el premier británico David Cameron en Downing Street en 2015. Foto: The Prime Minister's Office (CC BY-NC-ND 2.0)
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el premier británico David Cameron en Downing Street en 2015. Foto: The Prime Minister’s Office (CC BY-NC-ND 2.0)

El inesperado resultado de la consulta británica sobre el Brexit ha hecho correr ríos de tinta, aunque bastante menos en relación con su impacto en América Latina. Pocos gobiernos han fijado una posición clara y cuando lo han hecho ha sido para referirse a sus repercusiones económicas y a cómo se verán afectadas las negociaciones comerciales.

Muchos presidentes latinoamericanos (y sus ministros) han preferido esperar el desarrollo de los acontecimientos. Un motivo particular de tanta cautela era ganar tiempo para saber cómo afectaría la salida de la UE la relación entre Londres y Bruselas y el deseo de no tomar partido por ninguno de los actores. El comunicado de la Secretaría mexicana de Relaciones Exteriores (SRE), emitido al día siguiente del referéndum, da cuenta de la voluntad de mantener excelentes relaciones con las dos partes. Simultáneamente, en consonancia con la postura tradicional latinoamericana de no injerir en asuntos de terceros países, distintos portavoces gubernamentales insistieron en que estábamos frente a una decisión soberana e indiscutible del pueblo británico.

Tanta mesura tuvo una excepción llamativa. El presidente Evo Morales, en línea con su discurso anticapitalista y antiimperialista, señaló que el Brexit ejemplifica la desintegración de Europa y responde a la “falta de una visión solidaria para garantizar el bienestar europeo ante los fuertes intereses capitalistas”, junto al hecho de que Estados Unidos podría estar dividiendo Europa. Por su parte, Rafael Correa estuvo más preocupado por las repercusiones internas que por la política internacional: ¿cómo afectará el Brexit al mercado del petróleo y a la competitividad de una economía dolarizada, como la ecuatoriana?

En sintonía con Morales, Patricia Lee Wynne, de la revista rusa Sputnik Mundo señalaba que: “El Brexit, con todas sus consecuencias de debilitamiento de la UE, de la OTAN, de la City y del Reino imperial, no es una mala noticia para América Latina, a pesar de las fuertes turbulencias que nos esperan… Si bien todos los cambios súbitos provocan temor, estremecimiento y sufrimientos, el derrumbe de la Pax Americana no es un motivo de llanto para América Latina y los países que han sufrido las invasiones, las sanciones, el espionaje y los chantajes financieros del Reino Unido y de su patrón”. Su análisis simplista y maniqueo refleja la forma en que Rusia ve la cuestión y se alegra por el debilitamiento europeo.

Los temores iniciales, impulsados por la incertidumbre, se centraron en la evolución de los mercados bursátiles y de divisas (a partir de la revalorización del dólar frente al euro y la libra esterlina) y los precios de las materias primas, consecuencia de un potencial descenso de la demanda europea de estos bienes. Sin embargo, en el caso de que finalmente se produzca el Brexit, tendrá un impacto más notable en las negociaciones comerciales que en otras áreas económicas. La gran duda es si en ellas las repercusiones serán coyunturales o más duraderas. De momento, como consecuencia directa del Brexit, la Reserva Federal atrasará la subida de tipos en Estados Unidos, lo que sí es positivo para la región.

Hay una idea que considero clave para evaluar el impacto del Brexit en América Latina. La salida del Reino Unido afectará la relación de la región con los dos actores de forma simultánea y será difícil separar la una de la otra. Como dijo el presidente colombiano Juan Manuel Santos se trataría de un verdadero “dolor de cabeza”, por la necesidad de renegociar con el Reino Unido todos los tratados firmados con la UE. En realidad, salir de la UE le supondría al gobierno de Londres la necesidad de renegociar todos los tratados comerciales internacionales. En el caso de América Latina son los Tratados de Asociación con Chile, México y América Central y los Tratados Multipartes con Colombia y Perú (también el de Ecuador en vías de ratificación). Si bien los británicos podrían ganar en flexibilidad para negociar con los latinoamericanos, su aislamiento implicará mayor debilidad, algo que finalmente se notará en los acuerdos a suscribir.

No sólo eso. Si Reino Unido sale de la UE también se verán afectadas las negociaciones en marcha o previstas con la región, como el Tratado de Asociación con Mercosur o la renegociación del Tratado con México, aunque esto no implica en absoluto la paralización de las negociaciones. Londres es uno de los mayores defensores del libre comercio en la UE y un contrapeso frente a países más proteccionistas, como Francia y Polonia en las cuestiones agrarias con Mercosur.

Al valorar el impacto del Brexit en América Latina se ha insistido en el bajo nivel del comercio exterior entre la región y el Reino Unido y en lo limitado de las inversiones británicas. Es más, el mercado británico es relativamente secundario para las exportaciones latinoamericanas. Sin embargo, desde la perspectiva británica la supuesta pérdida de posiciones en el mercado interior europeo provocará como reacción inmediata el intento de incrementar los lazos comerciales y económicos con América Latina y no lo contrario. Esto también implicará el reforzamiento de las relaciones políticas y diplomáticas. Por eso, las consecuencias del Brexit en América Latina deben analizarse desde una perspectiva bidireccional que contemple tanto las posiciones británicas como las latinoamericanas.