Avergonzado de ser británico
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Banderas cerca del Parlamento de Westminster (Londres). Foto: ChiralJon (CC BY 2.0)
“Esta estirpe afortunada, este mundo en pequeño… esta Inglaterra”, dice la famosa proclama de Juan de Gante en el drama de Shakespeare Ricardo II. Más de 400 años después, Reino Unido dista mucho de ser una “estirpe afortunada” gracias al fiasco del Brexit. En 1986 dejé Inglaterra y me fui a España descontento con mi trabajo de periodista en el Financial Times, pero mucho más disgustado aún por las corrientes subyacentes en la sociedad, a saber: la mentalidad pequeñoinglesa (Inglaterra es mejor que todos los demás países y solamente debería colaborar con otros cuando le reporte alguna ventaja); el racismo (mis hijos son mexicanos); y una sociedad todavía profundamente dividida en función de la clase y la educación. Tampoco me gustaba vivir en una isla. Tras 10 años trabajando felizmente como corresponsal extranjero primero en España y luego en México antes de regresar a Reino Unido, marcharme otra vez para volver a Madrid no fue ningún sacrificio. Actualmente, la situación en mi país de origen es tal que creo justificada mi decisión de abandonar “este nuevo Edén, este semi paraíso”, en palabras de Shakespeare en la misma obra.
Los referéndums pueden ser positivos para motivar al electorado y buscar una amplia base de apoyo cuando se trata de decisiones polémicas, pero también crean escisiones profundas y amargas, como ha demostrado el del Brexit en proporciones épicas. Las familias están divididas; los abuelos, que en su mayoría votaron a favor de salir de la Unión Europea, se encuentran enfrentados a sus nietos, que quieren quedarse en la Unión y no ver sus perspectivas laborales restringidas a Reino Unido.
Presentar a un electorado mal informado una opción binaria sobre un asunto de una complejidad tan enorme como la salida de la UE y, además, hacerlo sin la salvaguarda de un umbral para la aprobación (por ejemplo, del 60%) era por fuerza una apuesta insensata, como los hechos han demostrado. Los catalanes que reclaman un referéndum por la independencia deberían tomar nota. No hay que olvidar que el resultado de la consulta británica fue de un estrecho 51,9% a favor del Brexit frente a un 48,1% en contra. Ya es bastante malo que en Reino Unido se elija a los representantes políticos por sufragio directo (gana el que recibe el mayor número de votos), y ya no digamos una decisión de una importancia constitucional tan grave como Brexit.
Reino Unido, una de las democracias ininterrumpidas más antiguas del mundo, famosa por su pragmatismo y su debate civilizado, es hoy rehén de los políticos demagógicos y temerarios partidarios del Brexit. La clase política, peleada y pendiente de sus propios intereses, se ha convertido en el hazmerreír del mundo. Durante la campaña del referéndum, los Brexiters mintieron sobre las ventajas de salir de la Unión Europea (por ejemplo, con el tristemente célebre eslogan “Demos a nuestro NHS [Sistema Nacional de Salud] los 350 millones de libras que la Unión Europea nos quita cada semana”) y se plegaron a los instintos básicos de la gente, dando rienda suelta a la cara desagradable del carácter británico con su xenofobia, su patrioterismo exaltado y su insularidad. También infringieron la legislación sobre gasto electoral. Miembros del Parlamento como Boris Johnson y Jacob Rees-Mogg (apodado “el honorable miembro para el siglo XVII”), que lideran el bando pro-Brexit, ni siquiera son capaces de consensuar las condiciones de un trato con la Unión Europea ‒después de casi tres años‒ y disfrutan empujando a Reino Unido al abismo sin acuerdo.
El izquierdista radical Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista en la oposición, no es mejor que la primera ministra Theresa May, quien, al menos, ha mostrado sus verdaderas intenciones. Corbyn, un euroescéptico de toda la vida (en el referéndum de 1975 votó a favor de que Reino Unido saliese de la Comunidad Económica Europea), se hace pasar por defensor de la permanencia en la UE, pero evita comprometerse, con la esperanza de que caiga el Gobierno y se precipiten las elecciones. Que Dios ayude a Reino Unido si algún día llega a ser primer ministro.
El mes pasado, un millón de personas protestaron en Londres contra el Brexit (muchas más de las que han acudido a cualquier manifestación a favor), y la petición de que se revoque el artículo 50 y se cancele la salida ha recogido más de seis millones de firmas. Sin embargo, May ha ignorado por completo a esta población cosmopolita y la ha ninguneado calificándola de “ciudadanos de ninguna parte”.
Todo esto hace que me avergüence de ser británico y me alegre de haberme trasladado a España, un país que tiene sus defectos, pero que nunca, creo yo, se metería en un embrollo como el de Reino Unido. Que sirva de lección.
[Una versión anterior de este texto fue publicada en ABC.]
He de confesar que me ha conmovido el honesto artículo de Mr. William Chislett, en su lugar, yo pensaría lo mismo incluido el tema catalán y sus paralelismos, sin embargo, no creo que el Reino Unido se hayan vuelto locos de pronto, más bien, creo que la decisión Brexit obedece a una estrategia muy estudiada, y a saber en qué despachos planeada. Estrategia buena o mala para los británicos será el tiempo quien lo diga. En cualquier caso, es una jugada muy desestabilizante para el resto de Europa.
Es muy probable que en la opción Brexit hayan intervenido intereses ligados a la supremacía económica del Reino Unido, o mejor dicho, al miedo a la pérdida de posiciones en esa supremacía, básicamente por temor a China, enfrentada históricamente con Reino Unido, véase como se desarrolló la cuestión de Hong Kong, siendo hoy China es una alternativa de liderazgo mundial creíble en detrimento del clásico tándem USA-UK.
Quizá por eso el enroque o el repliegue del Reino Unido junto a EEUU, las dos potencias que más tendrían que perder si China finalmente florece como el nuevo líder económico y político mundial, pues, la Unión Europea es muy probable que no tenga más opciones que acordar con China su papel en nuevo staus quo y eso me parece que no es del agrado del Reino Unido.
Lo que haga EEUU con las sanciones anunciadas a la aeronáutica Airbus y lo que haga el Reino Unido con su pertenencia a esa compañía, puede ser un indicador de la determinación con que se aborda esa estrategia.
Esperemos que la guerra no medie en todo esto.
Yes, Shakespeare was happy in his Eden, well defended from foreign intereference, as were many people in his little island´s Welfare State, the foundation of which was not European but the consequence of a denial to return to prewar misery. In the 1975 referendum there was a barrage of propaganda of those seeking entry into what was then known as the Common Market. It was riddled with lies. Their resources were overwhelming in comparison to those against entry. One lie was that there would be no price increases in common household foods. This was revealed as blatently untrue after entry. Indeed, it is after entry that the decline in the Welfare State began. Social needs were practically ignored by the European Commission as can be considered the case today. Of course there was a generation gap in Brexit referéndum voters. Those of us who voted in the referendum 45 years ago can remember this.
It is not only ordinary British people that evaluate the European Commission as an entity lacking ímpetus to deal with common problems such as housing, and others suffered by increasingly large sectors of the population. The mood for disassociation is also increasing in other European countries.
You write that one of your Mexican sons was robbed in London shortly before the referéndum. You do not say that it was related but to have included it implies so. People are robbed in capital cities around the world and not for racial prejudices but for circumstancial economic motives. Political motives can be found amongst some polititions, as is well known in Spain. Rightly so, the reference to your son was eliminated in the Spanish translation as irrelevante.
UK referendums are convoked by governments that bank on winning them. Cameron resigned because he lost what you describe as a “foolish gamble”, a term that reinforces my previous statement.
Supercilious arguements to dislegitimise a referendum because of an outcome contrary to expectations are typical of bad losers. Finland will have a centre-left government thanks to a 0.2% advantage over the opposition. Let that be a lesson too.
Es comprensible el tono de Mr. Robert Abbott.
Tal vez su visión de las cosas sobre el futuro de Europa esté relacionada con la costumbre, o más bien con la clásica falta de costumbre de política británica ante la novedad de permanecer bajo el foco de atención europeo cuando ese foco parece escaparse de las manos del Reino Unido y señala a su política de forma crítica.
Es natural que así sea tanto desde la óptica privativa de las islas como desde el resto de Europa y, sinceramente, ojalá que la maniobra Brexit no sea un canto de cisne británico a la desesperada, ojalá también que con el divorcio no comiencen a ser noticia el brote de maniobras desestabilizadoras de la política territorial en Europa, ojalá que no ocurra nada de eso, pues en tal caso, los españoles podríamos ser los clásicos elegidos favoritos: Gibraltar, Marbella, Canarias, … incluso los franceses también, léase Jersey…¿quién sabe?, ojalá que en su repliegue de elegida “soledad”, renazca de nuevo la sensatez en la política de las islas británicas.
Respecto a los populismos de base xenófoba que parecen instaurarse en Europa últimamente, es cierto Mr. Abbott que no estamos a salvo de ellos en ninguna latitud, aunque, usted sabe también que esos populismos ni reconocieron hace 80 años ni reconocen hoy la frontera del canal de la Mancha.